Recientemente pude hablar durante largo tiempo con un joven filósofo (el epíteto es inadmisible, lo sé, pero no sé qué otro ponerle) que, muy sagazmente, me inquirió sobre la posibilidad de que una mala traducción o interpretación diera lugar a conceptos y doctrinas nuevas. Está el ejemplo de la confusión de Alberto Magno al confundir solitude con sollicitude, que ya fue comentado en este blog. Nos encontramos con la frase atribuida erróneamente a Aristóteles por Giordano Bruno "Intelligere est phantasmata speculari" (pensar es especular con imágenes), que dio lugar a una escuela bruniana, por ejemplo, en Oxford, muy importante. Y podríamos seguir en nuestros análisis: esto demuestra que no hay incomunicación, sino que a partir del error o la "incomprensión" de intenciones se sugieren siempre nuevos significados.
Pondré un ejemplo curioso, ocurrido en mi vida, no ha mucho. Una familiar me llamó un día muy indignida conmigo porque, según me narraba, le había dejado un mensaje en francés en su contestador. En realidad, a no ser que sufra un más que improbable insomnio, nada de eso había sucedido. Pero aquella familiar, pese a las razones que le di para que comprendiese que podría tratarse de cualquier otro (incluso de un francés, le dije), entendió que, debido a que el mensaje ya había sido oído por varios otros, ella se sentía impelida a creer con el resto que había sido yo. Habían tomado conciencia de un error, pero era imposible evitarlo, por mucho que yo dijera. Aún hoy me lo recuerdan, como si se tratase de una pedantería por mi parte.
También en este blog coloqué la Pietà di Rondanini, de Michelangelo, que quedó inacabada, pero eso poco importa, pues sus facciones "inacabadas" dio un modelo al inicio del manierismo inigualable.
Sí, creo que la generación de nuevos significados a partir de enunciados ambiguos o confusos posibilita la generación de doctrinas e ideas novedosas.
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